27 dic 2012

¡Alégrame el día! un mundo posible


Un conductor de autobús de origen somalí llamado Mukhtar, trabaja en Dinamarca.

Es su cumpleaños, pero como es obvio, cumple con su ruta como cualquier otro día.
Trabaja en la misma compañía desde hace muchos años y desde entonces ha hecho siempre la misma ruta.
Es querido por todos por su atención, y sobre todo por la sonrisa que siempre se le ve en su rostro.
Miren lo que la compañía y los pasajeros han preparado para él...
Hay actitudes que nos hacen mantener la esperanza de que el mundo puede cambiar...


26 dic 2012

Conto de Nadal



Os invernos no norte de Europa son escuros, como unha noite moi longa na que case que non se albisca o sol, na que un se recolle na casa, porque vai frío e as rúas están cheas de neve e xeo. Pero cando a noite é máis pecha, como por un milagre, todo se enche de luz: co mes de decembro chega o Nikolaus, cargado de lambetadas e do sol do seu Mediterráneo natal. Entón a xente coloca luces de cores nas ventás e nas portas, nas árbores, nas rúas. Semella que as cidades, tan hostís, se volven máis acolledoras, se van enchendo amodo da calor do Glühwein, ese viño quente dos mercadiños de Nadal. O un de decembro, cando os mercadiños aparecen en todas as prazas, os cativos estrean tamén o Adventskalender: cada mañá abren unha das súas xanelas, 24 en total, ata que acadan a última o día de Noiteboa. Detrás desa última portiña atopan un meniño que disque é Deus.
Pero este conto de Nadal non aconteceu en Alemaña. É un conto de Nadal galego. Un conto que non é meu, que só transcribo tal e como mo contaron. Había unha rapaza que vivía nunha pequena vila. Traballaba nunha tenda. Era principios de decembro, achegábase o Nadal, e a rapaza sentiu aquel ano algo que nunca antes sentira: que realmente, en verdade, Deus se achegaba. E ela agardábao con arela, devecía no seu interior por atoparse con El. Unha mañá entrou un home descoñecido na tenda, un forasteiro, con aspecto desleixado: delgadiño, sen dentes, non moi ben vestido. Para recoñecer a Deus un ten que estar atento ao mundo, ten que ser quen de velo de verdade, sen trabas, e iso sabíao a rapaza: nese intre esqueceuse de si mesma e ollou o home. Entón tivo unha especie de intuición, que era á vez seguridade; percibiu que naquela persoa estaba Deus. O home colleu unhas poucas cousas e foi pagar. A rapaza, que sabía da calor das palabras, preguntoulle onde vivía, que facía, interesouse por el. O home volveu ao día seguinte, e ao outro; gustaba de estar aló, porque aló se sentía acollido, sentía que era alguén, e buscaba sempre un momento para achegarse. As conversas foron facéndose cada vez máis longas, e a rapaza foi coñecéndoo: chamábase Carlos, traballaba para unha familia que non era a súa, coidando as leiras e os animais doutros, vivindo de prestado nunha casa allea. Se cadra por iso ás veces Carlos se enfadaba co mundo e só quería bater en todo o que había ao seu redor.
Unha mañá Carlos despediuse da rapaza. Tiña que marchar ao hospital, ían operalo. A rapaza prometeu que o visitaría, pero aos dous días Carlos volveu aparecer pola tenda. Ela aledouse, se tan cedo o deixaran marchar é que todo fora ben. Pero a realidade era outra: o mal estaba tan espallado que xa non tiña xeito facer a operación. Carlos contoullo á rapaza, e ela entón faloulle, sen pensar nin preparar o que dicía, con palabras que semellaban non vir dela. E en el empezou agromar unha paz e unha confianza na vida que antes, cando a morte estaba inda lonxe, nunca sentira.
Chegou o Nadal e Carlos deixou de ir á tenda. A rapaza soubo que o seu estado empeorara e o ingresaran no hospital. Cando o foi visitar, Carlos estaba inconsciente, pero ela faloulle igual, deixou que saíran palabras cálidas da súa boca, rozoulle a man amodiño, con suavidade. E nese intre, el reaccionou: moveu levemente a man, debuxou un feble sorriso nos beizos. E entón ela descubriu algo, viu que naquel aloumiño case que imperceptible, tan pequeno e fráxil coma un meniño, nacera Deus, o Deus polo que ela agardara. O Deus polo que Carlos xa non agardaba mais que tamén atopou.

Almudena Otero para CdG     

24 dic 2012

El enigma y el espejo


Estas Navidades Cecilia ya no podía salir fuera a escuchar la llegada de la Navidad. En octubre y noviembre ya no se encontraba bien, pero ahora estaba enferma de verdad, tanto que la Navidad era como un puñado de arena que se le colaba entre los dedos.
...
Algunos ángeles del cielo  opinan que cada ojo que ve la obra de la creación de Dios es el propio ojo de Dios. Porque ¿quién ha dicho que Dios no tiene millones de ojos? Tal vez esparciera miles de millones de minúsculas fotocélulas sobre la obra de la creación para que, en todo momento, pudiera ver su propia creación desde miles de millones de ángulos distintos. Como sabes, los seres humanos no son capaces de nadar muchos metros bajo el agua,  por eso Dios también ha dado ojos a los peces. Y los seres humanos no saben volar, pero siempre hay una alfombra viva de ojos de pájaro bajo el cielo observando la tierra. Pero eso no es todo…
-¡Cuéntame más cosas!
-De vez en cuando, un ser humano levanta los ojos hacia su origen celestial. Es como si entonces Dios se viera a sí mismo en un espejo.

Jostein Gaarder (El enigma y el espejo).

23 dic 2012

Nadal de Luintra

Non te apenes Xosé,
non te apenes por nada,
qué máis cartos ti queres
que isto que me acompaña.


19 dic 2012

El cumpleaños de Andrea



Bogotá. 17. Diciembre 2012.
Aún era temprano pero el afán y las ansias se apoderaban de mí. La ciudad parecía desocupada y el Transmilenio daba testimonio de que cada vez más la gente sale de la ciudad por vacaciones, viajes y todas estas fiestas de fin de año. Unos anhelando que llegue el momento de abrir los regalos de Navidad frente a un hermoso árbol cubierto de luces con formas y colores, los más supersticiosos preparados para el fin del mundo y otros esperando a que empiece el años 2013.
Los semáforos me ponían más ansioso pero poco a poco veía la realidad del día. Veía hombres tirados en la calle que se asolean como leones marinos en los separadores de la Avenida Caracas, desde la Calla 59 hasta la 13. Seres que parecen estar pegados al pavimento sin saber si van a despertar algún día mientras el sol picante calienta sus cuerpos débiles y solitarios. Yo mientras tanto pensaba si la iba a encontrar, pues no la veía hace tiempo y haces más de 3 meses le había prometido esa maleta que tanto anhelaba tener para cambiarla por la vieja que ya no le servía.
Iba dispuesto a encontrarla debajo de las piedras, por todas las cuadras del centro y a como dé lugar, pero al llegar a San Victorino vi que sería casi imposible pues miles de vendedores ambulantes ya se apoderaron de las calles para vender juguetes, artículos para el hogar, ropa y cualquier cantidad de chucherías. El tráfico era insoportable y mi maleta golpeaba a todos los transeúntes que me pasaban al lado. Conseguí lo que buscaba en unos pocos pesos y salí a buscarla.

Mis ojos la trataban de encontrarla entre la gente pero era como tener un lente en automático cuando trata de enfocar una pared blanca; era más difícil que encontrar una aguja en un pajar. El lugar en donde siempre la veo y ella siempre se hace estaba vacío y aunque el sol pegaba más duro que nunca, podía ver como el polvo se levantaba de la acera y volaba rápidamente. Perdía ánimos… El corazón latía acelerado y estaba lleno de incertidumbres y preguntas sobre el paradero de Andrea Chaparro. Decidí buscarla para no perder tiempo y como un volador ya estaba en el Eje Ambiental mirando cuidadosamente a mí alrededor. Pude enfocar a distancia y casi reconocer a la mujer que buscaba y esperaba abrazar este día para celebrar su cumpleaños como alguna vez lo hice con Mariposa… Era ella y fue fácil saberlo por la posición en que siempre se encuentra, tan delgada y contraída contra la pared, además de que Lulu; su perra, la estaba acompañando como siempre. Estaba feliz! Tanto así que subí dos cuadras, compré las donuts de la vez pasada y baje tan rápido como pude para evitar que desapareciera como por arte de magia.
Me acerqué cuidadosamente y le dije: “Feliz Cumpleaños Andrea”, pero su emoción al verme fui infinita; mayor que la de los miles y millones de hinchas de Millonarios que celebraron el día anterior su victoria. La gente del lugar lo notó, y ella sin pensarlo se levantó y me abrazó fuertemente… Yo sentí que le temblaba la voz.
Pude contener la felicidad y la voz no me tembló para nada pues mientras le decía a ella que quería celebrarle su cumpleaños levanté la voz para llamar la atención de todos los presentes alrededor; desconocidos, conocidos, transeúntes, vendedores. Y les pedí el favor de que me ayudaran y acompañaran cantarle el “Happy Birthday” a Andrea. Tratando de animar a la gente no recibí respuesta alguna en aquel momento; pues todos me miraban como el bicho raro y estaban un poco desubicados con lo que yo estaba haciendo. Perdí el cuidado y continué hablando con ella mientras le ponía el gorro amarillo que tanto me gusta, un collar de flores, le entregue una foto que le debía y saqué el mismo ponqué y la misma velita. Pero sin pensarlo la gente empezó hablar y dijeron que me acompañarían a cantar, que estaban dispuestos a hacerlo y poco a poco armaron una media luna a nuestro alrededor y esperaron 20 segundos a que prendiera la vela… En aquel momento si estaba temblando y estaba más feliz que cualquiera, pero cuando las chispas salieron pude sacar todo lo que tenía adentro y acompañado de muchos empecé a cantar:
“Happy birthday to you! Happy birthday to you! Happy birthday Andrea…Happy birthday to you. Que los cumpla feliz! Que los vuelva a cumplir! Que los siga cumpliendo… Hasta el año 100.000!”
Los confetis de colores llovieron por el aire y la gente aplaudió felizmente; se acercaban, felicitaban a la homenajeada y le daban una que otra moneda (algo que nunca fue pensado ni contemplado). Mientras tanto los ojos de aquella mujer a quien conozco hace ya varios años se inundaron de lágrimas y brillaron más que el sol. No podía creer lo que estaba pasando a su alrededor; apenas tragaba saliva y reía con emoción; una emoción que supera la mía en un millón de veces. Ya en silencio le dí su maleta y le propuse algo. Le di un marcador y le pedí que escribiera un deseo en una bomba de helio para que posteriormente la soltara hacia el infinito… No sabía que deseo pedir y después de un silencio sin escribir ni una sola palabra dijo:
“QUE SEAMOS MUY FELICES TODOS!”
Y la bomba voló!
Con la mirada en lo alto Andrea Chaparro, se sintió en las nubes; querida y apreciada por alguien, y no precisamente por mí, sino todos aquellos se animaron a celebrarle su cumpleaños y acompañarla en este día. Fueron 47 años y espero celebrar a su lado muchos otros pues estas acciones que me nacen del corazón son para mí un motivo más para luchar por ellos.
FELIZ CUMPLEAÑOS ANDREA”

http://flic.kr/p/dBZX77

18 dic 2012

Vicky Soto, una maestra que murió salvando a sus alumnos



Escondió a los niños en un armario, que protegió con su cuerpo, cuando entró en su clase el asesino de la masacre de Newton, EE.UU.


Victoria Soto, de 27 años, ha sido calificada por testigos del tiroteo como unaauténtica heroína de la tragedia, que causó la muerte a veinte niños y seis adultos, y tras la cual el autor se suicidó.
Al oír los disparos, esta maestra de primer curso pidió a los niños de su clase que se escondieran en un armario y ella se colocó fuera protegiendo la puerta con su propio cuerpo, por lo que acabó quedando cara a cara con el asesino.
Varios miembros de su familia han explicado a la prensa que Vicky Soto decidió que quería ser maestra desde que era una niña pequeña, por lo que trabajar en una escuela primaria había supuesto la culminación del sueño de su vida. Soto era profesora en la escuela Sandy Hook desde hacía cinco años, y en ese tiempo se había convertido (pese a su juventud) en una de las docentes más queridas del centro.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 
Jn. 15:13.

16 dic 2012

A festa do Paluso



Antes en el bar Paluso y ahora en el centro sociocultural de Conxo: Chus Iglesias y su familia invitan a comer en Navidad a todos aquellos que no tienen con quien celebrar las fiestas.

-Ya lleváis 16 años organizando la comida de Navidad. ¿De dónde surgió la idea?
Pues se nos acababa de morir una hija con dieciocho años, en un accidente de tráfico. Ese año una prima me preguntó dónde íbamos a celebrar la Navidad, y yo le contesté que no quería celebrar nada. Pero al final hicimos una cena en nuestra casa, con nuestros tíos, primos, y una familia amiga. Después de la cena llevamos a esa familia a casa en el coche, y cuando volvíamos por la rúa de San Pedro vimos a una pareja joven, creo que eran turistas, los dos solos, comiendo un bocadillo. Yo empecé a llorar y le dije a Serafín, mi marido: mira cuanta gente sola, con el dinero que nos gastamos hoy podíamos invitar a mucha gente. Y le dije que yo no hacía más cena en Nochebuena, y si la hacía sería para invitar a personas que estuviesen en nuestra situación, solas como nosotros, porque puedes estar rodeada de gente y estar sola igual. Unos meses después un proveedor nos comentó una oferta de langostinos que tenía para Navidades. Yo le contesté que nosotros no hacíamos cena de Nochebuena, pero entonces Serafín me replicó: ¿Pero no íbamos a invitar a la gente que esté sola? Entonces Suso, el proveedor, nos dijo que si hacíamos esa cena los langostinos los ponía él.

Ese primer año avisamos a la Cruz Roja, al albergue de San Francisco, a Cáritas, pusimos anuncios en la calle, para que la gente no pensara que la cena era únicamente para los sin techo y se quedara sola cuando podíamos estar todos juntos. Contábamos con que aparecerían 20 ó 30 personas y al final fuimos 85. Nos vino una abuela desde Vilagarcía, los de la Cruz Roja se ofrecieron para llevar y traer a la gente. Después de 17 años me acuerdo perfectamente de toda las personas que estuvieron allí esa noche. Yo había ido guardando algunas cosas que me habían dado, camisetas, mecheros, bolsas, para regalárselos a los invitados, porque hay mucha gente que no se puede permitir comprarse nada, gente que vive en la calle. Pero, como vinieron tantos, los regalos no me llegaban, así que fui a los cajones y empecé a coger calcetines, camisetas… Cuando al día siguiente Serafín se despertó resulta que no le quedaba ningún calcetín, y tuvo que andar todo el día sin ellos. Después todos los años me daba 10000 pesetas para que le comprara calcetines a todo el mundo.
Como sobró mucha comida de la cena les dije a todos que, ya que lo habíamos pasado tan bien, podíamos comer también al día siguiente, y ese día de Navidad fuimos 102. Y así quedó instaurado hacer la cena de Nochebuena y la comida de Navidad.

-Desde que cerrasteis el bar las comidas se organizan en el centro sociocultural de Conxo.
Sí, cuando cerramos el Paluso pensamos que ya no podríamos seguir haciéndolo. Pero aquellas Navidades mi hija Soana me dijo que no quería regalos, que con el dinero de sus regalos y de los regalos que ella nos iba a hacer a nosotros podíamos celebrar la comida. La niña tenía un año cuando hicimos la primera cena, no conoce otras Navidades más que estas, y sabe cómo la gente se siente.

-¿Cómo se puede colaborar?
Pues quien desee hacerlo se puede acercar hasta el centro sociocultural de Conxo y dejar allí lo que quiera. También se puede ingresar dinero en la cuenta de una asociación que montamos, la asociación Paluso.

-Hay también un grupo grande de gente que os echa una mano para que todo salga adelante.
Sí, hace dos años Simone Negrin organizó un concierto en la sala Moon, vino Carlos Blanco, Luis Tosar, mucha gente conocida. Lo que se recaudó allí nos dio para pagar toda la cena y para los regalos. Simone también va todas las Nochebuenas por ahí con el coche, recogiendo a gente que esté sola. Y yo siempre le llevo un papelito a la policía municipal, para que avisen también a las personas que vean solas. Tomás Pedrosa nos manda todos los años un jamón. Un año llegó al bar un señor que no conocíamos y nos dejó un montón de navajas. Llamó el día de Navidad para ver cómo habían salido y, como nos habían sobrado de la cena e íbamos a poner el resto para comer ese día, lo invitamos a pasar para probarlas. Al año siguiente envió otra vez navajas, y luego zamburiñas. Y a la cena vienen a ayudar Adrián, Suso, su mujer y su hija...

-¿Qué tipo de personas se acercan?
Todo tipo de gente. El año pasado apareció un peregrino alemán, que llegaba justo ese día a Santiago porque quería asistir a la misa del gallo en la catedral. Simone se ofreció a llevarlo a las doce hasta allí, pero estaba tan bien con nosotros que al final se olvidó de la misa y se quedó en casa. Durante varios años estuvo viniendo un médico de Ghana que trabajaba aquí en el hospital. Viene incluso gente que tiene parientes, porque esta es la verdadera Navidad. Aunque el ochenta por ciento de los que asisten es gente desconocida, somos una familia. A veces me vienen a dar las gracias, pero siempre les digo que soy yo la que les tiene que dar las gracias, porque son invitados que queremos que vengan a compartir nuestra mesa, queremos celebrar la Navidad con ellos.

-¿Hay invitados fijos?
Sí, por ejemplo Ángel viene desde el principio. O nuestro abueliño de Boiro, que unas Navidades dejó de venir y ya pensábamos que le había pasado algo. Pero resulta que se había mudado a una residencia, y volvió después de dos años.

-¿Alguna anécdota que recuerdes especialmente?
Una vez aparecieron unos turistas belgas, una pareja joven. Después de la cena me preguntaron por un sitio barato donde dormir, pero a esa hora ya era imposible encontrar nada, así que les dije que podían dormir en casa. Un año y medio después volvieron por Santiago y me trajeron un plato de regalo y la foto de un bebé. Lo habían engendrado aquella noche.


Almudena Otero para CdG