Voy a visitar a una persona que acudió voluntariamente, por
su propio pie y por iniciativa propia, a un hospital psiquiátrico. Alguien que,
reconociéndose en estado 'alterado', solicitó ayuda a los especialistas de la
salud mental. Alguien que, al decir del psiquiatra que lo lleva ahora, en todo
momento se ha mostrado tranquilo (yo diría que sumiso).
Desde la calle entro en un recibidor vacío que conduce
directamente al mostrador de 'recepción'. Declaro a quien deseo visitar y me
identifico como familiar próximo. Después de una consulta telefónica la 'recepcionista'
me abre la puerta al patio. Antes ha negado la entrada -desde el patio- a un
interno que lo ha solicitado a través del cristal y las rejas.
Me acerco al pabellón correspondiente observando lo amplio
que es el recinto, con patios y jardines. Los edificios me recuerdan a los
antiguos del Sant Pau de Barcelona. Hay bastantes internos deambulando sin una
dirección determinada. Uno de ellos me pide un euro y, al excusarme diciendo
que no llevo monedas, me pide un cigarrillo.
Cuando llego al pabellón, otra vez encuentro una
recepcionista ante la que me tengo que identificar. Me dice que me espere.
Llave en mano abre una puerta y vocifera el nombre del visitado. Cuando muestro
la bolsa con enseres que traigo para el visitado, la 'recepcionista' les da una
ojeada verificando la 'corrección' de los enseres.
Llega el visitado, el interno, el 'paciente'. Después de la
primera salutación sugiero dar una vuelta por el recinto o sentarnos en el bar
de la institución. Se me notifica que, mientras el psiquiatra no lo autorice,
no puede salir del pabellón; "pero ya puede estar -determinadas horas- en
la sala grande donde hay televisión" se me comunica a modo de consuelo. Se
nos invita a estar en una de las salas de visita donde, de momento, no hay
nadie más.
Un vez superado un período de prueba los internos pueden
participar en algunas actividades que organiza la institución. Pueden, por
ejemplo, asistir a sesiones de arteterapia (pero no pueden usar sus propias
acuarelas cuando lo estimen oportuno).
El visitado me pide le saque algún dinero de la libreta de
ahorros (guardada en algún lugar de la institución) y hago gesto de sacar la
cartera. Aprendo que, dentro de la institución, se funciona con vales. Hay una
especie de banco donde se ingresa el dinero y se recibe un vale; luego, alguna
'autoridad' debe autorizar el uso pormenorizado que se da a este dinero ¡no más
de dos consumiciones al día! (sin alcohol y sin cafeína, por supuesto).
El personal se comporta en todo momento con amabilidad. Pero
los internos no pueden hacer nada por propia iniciativa. Todo está
predeterminado. Muchas horas al día para pensar o deambular sin rumbo. Y unas
pocas estrictamente pautadas.
Cuando me voy, hay una pregunta que no consigo quitarme de
la cabeza ¿para qué sirve ese régimen carcelario? (régimen carcelario en
'dulce', pero régimen carcelario al fin y al cabo) ¿Para qué este
des-empoderamiento? ¿Qué incita a esta forma 'tratamiento'?
El único calificativo que se me ocurre es 'delirio de
control'. Lo he conocido antes. Durante años he trabajado free lance con
sistemas de control de producción en industrias manufactureras. Totalmente
necesario, sin ello las personas nos columpiaríamos y los costes se
dispararían. Pero cuando se excede (cuando se pretende controlar absolutamente
cada uno de los pasos que da el operario) produce el efecto contrario al
deseado: los costes se disparan. (hay desmotivación generalizada, baja la
productividad aún cuando todo el mundo intente achacárselo a otros; las
máquinas tienden a estroperase más; los materiales y componentes que provienen
de fuera tienden a padecer más defectos, etc. etc.)
Por cierto, algunas empresas al no conseguir ese 'control
total' cerraron y se trasladaron a otro países con normativas más permisivas.
Ahora pueden producir más y más barato. Lo que no pueden es venderlo porque una
gran parte del mundo ha perdido poder adquisitivo. (Solo obtienen buena venta
los productos muy baratos y los productos de lujo. Los dos extremos de lo que
antes fue una extensa gama).
***
Una pequeña búsqueda y descubro que el 'delirio de control'
se ha detectado también en la sanidad en general. En B-Salut (Revista de
Innovación y Gestión Sanitaria) encuentro un interesante artículo del que
extraigo unos pocos párrafos:
En psiquiatría se define el delirio de control como la
creencia delirante de que uno está siendo controlado en su cuerpo o mente por
personas o dispositivos. En gestión, se trata de un estado patológico con
indudables efectos nocivos sobre el comportamiento organizativo eficiente.
..
Se manifiesta con alta prevalencia en culturas organizativas
excesivamente jerárquicas, en las que el manejo del poder hace que los
individuos adquieran un apego a la costumbre y a la autoridad, que no suelen
cuestionar.
..
Depositar los referentes de actuación en directrices de
jefes y/o en conocimiento experto ajeno, lleva a una cultura de inacción, miedo
al error e incapacidad de aprender de la experiencia.
***
Quizá sea una característica de nuestra época este deseo
enfermizo de "tenerlo todo bajo control". Parece que cueste aceptar
que no tenemos el control total de nada. Ni de nuestra vida, ni de nuestras
posesiones ni, mucho menos, de otras personas. Esto no es ningún problema, es
la condición humana. Epicteto recomendaba empezar por distinguir entre lo que
está en la propia mano cambiar y lo que no (para dirigir los esfuerzos hacia
cosas productivas, para no delirar).
Visto aquí
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