7 oct 2013

Sandra Pérez



Vive en Chumbum, el barrio más antiguo de María La Baja, Colombia. Su misión, defender a los despojados de la violencia.

Sandra Pérez (44 años, María La Baja) siempre lleva un turbante en la cabeza. Varía el color, según la ocasión. Sabe que le luce, pero sobre todo se envuelve su pelo en trapos porque es una muestra de su identidad, de sus raíces. Su casa está adornada con un letrero que dice ‘La fantasía’, acompañado por un logo del Instituto de Bienestar Familiar (ICBF). Su vivienda siempre tiene las puertas abiertas. No por el calor, que supera los 37 grados, sino porque es el lugar en donde los niños de su comunidad encuentran juguetes, lápices, colores, abrazos.
Sandra es madre comunitaria. También es la mujer que lidera el tema de restitución de tierras en el marco de la Ley de Víctimas en su región, fuertemente golpeada por la violencia a finales de los años noventa. Recientemente fue elegida como una de las colombianas que cambian al mundo por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). “Yo no sé si cambie el mundo, pero sí ayudo en algo”. Sandra es modesta. De no haber sido por las denuncias que ha hecho, muchas cosas en su pueblo estarían mal.
Fue ella, y con eso descubrió su liderazgo, quien logró que unos subsidios que estaban tomando el rumbo equivocado, terminaran en las manos que correspondía. “Por eso, despidieron a quien en ese entonces era gerente del Banco Agrario”, cuenta Sandra. Ahora está tratando de que el matadero, que está ubicado en pleno casco urbano, sea llevado a otro lugar.
“Hemos notado que la contaminación que genera ya está causando daño. Cuatro muertes de menores se han registrado en esa zona. Estamos investigando, si se comprueba que es efecto del matadero, no habrá más excusas para no reubicarlo”, dice. Sandra trata de solucionar problemas en lo urbano y también le preocupa lo rural. Sabe que María La Baja y en general Los Montes de María es una zona en donde a pesar de la desmovilización de los paramilitares, la inseguridad persiste.
Una de sus hijas, la mayor, es consciente de eso. Tal vez esa fue la razón que la llevó a arrodillarse y pedirle que dejara el tema de las tierras, que no se arriesgara más. “Mi hija llorando me lo pidió, pero yo le digo que debemos confiar en que al que actúa bien, no le va mal”
, dice. Y esa es su forma de encomendarse porque además de estar en la mesa de restitución, hace parte de la mesa de víctimas de su región.
“No podemos abandonar lo que empezamos. La lucha hay que continuarla”, sentencia. Sandra, también es presidente de la Junta de Acción Comunal de su barrio. Desde ahí también ha librado ‘batallas’ por el respeto a los niños, a los adultos, a las mujeres. “La idea con las mujeres es que sepan que tienen derecho a opinar, a pensar, aunque parezca raro aún hay unas que no lo saben”. Para eso, trabaja en Afromar, una ONG que agrupa mujeres. Pretende lograr que se empoderen de lo que son.
Por ahí, dice ella, empiezan muchos procesos. “Por saber qué somos, de dónde venimos, a estar orgullosos con nuestros churcos, nuestros labios gruesos. A ser felices con ser afros”, reitera.
Sandra no se opone a la celebración de la Afrocolombianidad, pero cree que es necesario ir más allá. “Durante esa fecha se debería pensar más en cuáles son nuestras problemáticas y tratar de ver alguna forma de solucionarlas, teniendo en cuenta nuestra participación. Por ejemplo no olvidar que existe la consulta previa, que a veces parece pasar inadvertida en decisiones importantes”, insiste.

SALLY PALOMINO C.

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